Profesora McGona...Oh {Severus Snape}

Hoy no tenía que estudiar para sus exámenes. Hoy no debía preocuparse por las reuniones de Harry con Dumbledore, ni su función con Voldemort, ya que el director al parecer estaba ausente.
Hoy no debía cumplir otra responsabilidad que cumplir con su tarea y pasar un día productivo con sus amigos, para variar.
Apenas había salido de su dormitorio, Harry y Ron ya la observaban con una sonrisa de oreja a oreja, al parecer habían amanecido de buen humor {O pretendían pedirle un favor...}.
La jovencita enarcó la ceja de forma algo sospechosa, a lo que sólo respondieron con cuestiones como "Oh, vamos. ¿No podemos ser amables con nuestra mejor amiga sin pretender nada a cambio?".
Hermione se conocía aquél discurso de memoria.
Rodó los ojos cuando se enteró que debía acompañarlos a la práctica de Quidditch. Pero luego acabó sonriendo, inevitablemente, prefería mil veces tenerlos ahí, con ella, volando como dementes en sus escobas antes de que se encuentren deprimidos o indiferentes, como habían estado algunos días.
-De acuerdo, de acuerdo-dijo, mostrando una sonrisa bastante ancha, y colgándose la mochila al hombro-. Adelántense, debo preguntarle algo a McGonagall y los alcanzaré en el campo, chicos-dio la media vuelta hacia el retrato de la Dama Gorda, pudo escuchar perfectamente cómo Ron le musitaba algo a Harry sobre que siempre vivía por y para el estudio.
Rodó los ojos. Otra vez. Pero su sonrisa no desapareció.
Y ése era un gran avance.

Apretó el paso mientras recorría los pasillos de piedra de el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, pasando a traves de estudiantes que formaban una pequeña multitud de tanto en tanto. Sólo debía preguntarle a la profesora si su ensayo sobre los hechizos de cambios de cuerpo podía extenderse a tres pergaminos {cuando el límite era uno y medio}.
Se apresuró a llegar a la puerta de la sala de profesores e, irguiéndose en su propia sonrisa, tocó la puerta tres veces, esperando que la afable mujer de lentes rectangulares le dicte las instrucciones de sus deberes.
El picaporte giró, la puerta se abrió, y Hermione abrió la boca de forma enérgica, dispuesta a dejar salir las palabras de su garganta.
Sin embargo, al ver quién se encontraba del otro lado del marco, nariz ganchuda, cabello negro y ceño fruncido. Piel cetrina y túnica larga. Sin anteojos y sin sexo femenino.
Cerró la boca, la abrió, y la cerró una vez más, sin pronunciar palabra.
-Profesor Snape-barbotó, torpemente-. Buscaba a la profesora McGonagall.
Era obvio, al ver detrás de la espalda de Snape, que ella no se encontraba allí.

No era raro que el profesor Snape se encontrase dentro del castillo a pesar del día soleado que hacia fuera, ese tipo de días que invitaba a salir un rato, airearse, reír... Hacía años Severus no lo hacía. No se creía merecedor a disfrutar de la vida tras haber sido el causal indirecto de la muerte de Lily.

Hasta hacía unos momentos había compartido la sala de profesores con su colega, Minerva McGonagall, haciendo algunas bromas sobre sus propias casas, pinchándola porque él creía y sabía que Slytherin era mejor que Gryffindor, incluso aunque en aquella casa se encontrasen las estrellas del colegio, como el mismísimo Snape decía. Las estrellas predeterminadas no siempre son las mejores, se decía él y le decía a sus estudiantes, animando aquella rivalidad existente entre las casas de colores rojo la una y verde la otra.

El golpeteo de los nudillos de alguien retumbando tres veces contra la madera de la puerta llamó la atención de Snape, cuyos ojillos negros se enfocaron allí. ¿Quién podría estar buscando a un profesor un sábado? La gente normal consideraba un día así digno de estar vagando por el lago, en el campo de Quidditch, en cualquier lugar fuera de las paredes pétreas del castillo. El hombre suspiró mientras levantaba las cejas y se dirigía con sus sutiles pero ágiles movimientos hacia la puerta. No sería de buena educación hacer esperar a quien fuese que tocase.

Claro, las personas normales estarían fuera y claramente Hermione Granger no era una de ellas. La expresión de Snape era exactamente igual a la usual, el desprecio patente en su mirada hacia la Gryffindor quien había abierto la boca, llevándose una sorpresa para después saludarle de manera torpe y preguntarle por su colega. Severus Snape miró a la chica con sus penetrantes ojos negros, intentando no descomponerse por lo mucho que la chica le recordaba a Lily con sus comentarios, inteligencia e incluso orígenes. La expresión no había cambiado, pero sus pensamientos estaban intentando escapársele al profesor buscando a una mujer que había muerto hacía quince años.

-La Profesora McGonagall no se encuentra en este momento -respondió el profesor con su voz nasal, sintiéndose tentado a cerrarle la puerta en la cara a la mejor amiga de Potter... pero algo en su cabeza no se lo permitió- Dijo que volvería, debía arreglar un asunto con algunos alumnos de su casa -prosiguió Snape con un claro tono despectivo en la voz. Se trataba de Gryffindors después de todo- Puede esperarla aquí, si de verdad es tan urgente -remató el profesor, enarcando una ceja y abriéndole paso a la chica para entrar a la sala del profesorado, si así le placía.

OFF: Lo sieeeeeeeeeeeeeeeeeeento, me están masacrando en la Uni... Me demoro pero yo contesto :3