No lo he podido resistir **Libre**

**Eran las tres de la mañana, sinceramente no sabía que hacía levantada a estar horas, normalmente era una persona que nada más tumbarse en la cama se quedaba dormida al instante y no se despertaba ni aunque un terremoto derrumbara su casa ente sus narices, pero hoy, no sabía el verdadero motivo por el cual me había despertado en mitad de la noche medio sobresaltada. Seguramente había tenido una pesadilla, pero no recordaba nada de lo que había soñado. Suspiré viendo como mis compañeras de habitación dormían plácidamente, incluso algunas roncaban, reí levemente sin hacer mucho ruido al ver aquella estampa y eché las sábanas hacia atrás, para acto seguido bajarme de la cama y coger una blusa que estaba apoyada en mi baúl. No solía acostumbrar a salir por las noches de mi habitación, entre otras cosas porque estaba completamente prohibido, pero nada más despertarme me habían entrado unas ganas terribles de comer, sabía que no debía de hacerlo, pero ya habría tiempo de lamentarse después. Pasé por la sala común sin hacer el menor ruido, puesto que no quería que nadie se enterase de mi escapada, y mucho menos del lugar al cual iba a ir.
Sonreí nerviosa cuando estuve fuera de mi sala común y antes de comenzar a andar en dirección a la cocina, miré a mi alrededor para percatarme de que ningún profesor o prefecto andaba cerca, suspiré cuando no vi a nadie rondando por allí y me encaminé con paso ligero hasta las cocinas.
Cuando llegué entré sin más demora y noté como la mirada de los elfos se clavaba en mí. Me mordí el labio inferior con nerviosismo y les dediqué una sonrisa cargada de inocencia. Cuando pensaba que me iban a echar de allí a patadas, me quedé bastante sorprendida de la hospitalidad con la que me trataron. Escuché como me preguntaba que quería tomar y me quedé pensando unos instantes** ¿Qué tal algo dulce? **Dije sin borrar de mi rostro aquella sonrisa aniñada. En menos de 5 minutos los elfos empezaron a traer toda clase de dulces, desde el más pequeño hasta el más grande que se pudiera imaginar. Mi sonrisa se ensanchó a un más y sin pensármelo dos veces me lancé a por un enorme pastel de chocolate que allí había** Gracias **Dije antes de empezar a comer**

**Comencé a devorar aquel pastel que los elfos tan amablemente me habían servido. La verdad es que estaba totalmente concentrada en terminar aquel enorme dulce, mi mirada no se despegaba de él, parecía una chica hambrienta que no había comido durante cientos de días, y lo cierto es que la realidad no se alejaba mucho de ello. Era cierto que me pasaba el día comiendo sin parar, pero nunca dejaba que esos alimentos llegaran a formar parte de mi organismo, ya que nada más ingerirlos me iba al baño más cercano y con un poco de ayuda de mis dedos los expulsaba todos de golpe, era cierto que algunas veces me hacía daño a mí misma, pero no podía evitarlo, después de cada comida me sentía realmente culpable por lo que acababa de hacer y una vez que los expulsaba me sentía muchísimo mejor.
Sabía que hoy no iba a ser diferente al resto de los días y que nada más salir de la cocina mi primera parada iba a ser el cuarto de baño, claro, que antes tendría que mirar que nadie rondase por allí, ya que nadie podía enterarse de mis problemas.
Seguí comiendo sin prestar atención a nada más que no fuera el pastel, cuando de repente escuché como los elfos hablaban con alguien. Paré de repente de comer y alcé una ceja, intentando escuchar mejor de quien se trataba. Pude escuchar la voz de alguien mayor, seguramente sería un profesor, me mordí el labio inferior con nerviosismo, ya que estaba metida en un buen lío. Miré a mi alrededor en busca de algún lugar en el que esconderme, pero antes de que pudiera moverme escuché como aquella voz se dirigía a mí. Alcé mi cabeza y dirigí mi mirada en la dirección en la cual aquella voz provenía. Allí parado pude ver al profesor de Aritmancia, el señor Sforza. Sonreí inocentemente** Hola Señor Sforza **Le saludé con timidez** Yo... yo... no me sentía bien y vine aquí a ver si me podían dar algo **Me excusé intentando esconder el pastel detrás de mí, sin darme ni si quiera cuenta de que tenía toda la boca manchada de chocolate**